HORMONAS ELECTORALES


Esto de lidiar con las hormonas es un verdadero problema.

Justo ayer que fui a comprar mi desayuno, un café latte vainilla, caminaba cuando me encuentro con una cuadrilla de parques y jardines cortando un árbol que tiene años en mi vecindario, tantos o más que yo.

Entonces recordé a mi madre, que tiene la función de notimex dentro de la estructura familiar, diciendo:
- Fijate que Jorge, anduvo recorriendo las calles y cuánto vecino se acerco a pedirle un favor, inmediatamente hablaba por su celular y les prometía que al día siguiente lo arreglarían ¡hasta Paola se acercó a pedirle empleo! y Jorge le dio su número de celular.

He de confesar que desde que vi su fotografía en un espectacular camión urbano, sentí unas ganas tremendas de llorar. Lo recordé de niño, eran cuatro hermanos que vivían unas cuantas casas delante de la mía, su padre los abandonó y su madre tenía que trabajar todo el día; ellos para poderse ayudar sacaban una mesita de madera con dulces y los vendían, fueron muchas las tardes en que él debía darse por satisfecho con solo mirar, ya que si jugaba con nosotros nunca faltaba el listo que hacía uso de la frase : la ocasión hace al ladrón.

Recuerdo esa escena y me dan unas ganas tremendas de llorar ¿cuántos niños pasan infancias así? ¿será él quién de verdad haga por esas infancias arrebatadas?. Lo veo en una pancarta e inmediatamente pienso en el niño que fué y que debería ganar las elecciones. Pero después recuerdo que cuando estábamos en prepa el día de mi cumpleaños no lo invite a mi fiesta y él supo que fue el único excluido... Los porques son una maraña extraña, son ese tipo de sentimientos que rara vez nos atrevemos a aceptar en nosotros, pero básicamente: hacer leña del árbol caído.

Entonces dejo de derramar lágrimas por el niño que no fue niño y me entra el miedo
- ja ja ja si seguro, me digo, seguro se desquitará ahora por no invitarlo a tu cumpleaños.

Después pienso: ¿y no será que se desquita de todo el mundo que no lo dejo ser niño? Y ¿si todos nuestros políticos fueran eso, niños queriendo cobrarse los malos tragos? Tal vez así entenderíamos porque tantas malas roñas hacia el pueblo al que se deben, tal vez, visualizándolo como una relación amor-odio se explicarían tantas y tantas brutalidades.

Lo cierto es que la Colonia Independencia en Guadalajara quedó desarbolada y aún no sé, si Paola ya tiene trabajo. Y si, seguramente son mis hormonas las que me hacen llorar cada que miro a Jorge en alguna esquina.

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