El que quiera azul celeste... Que se acueste


Ayer recordé al hombre que velaba un auto lavado.
Era un hombre sereno que puntualmente llegaba a cubrir sus guardias.

Cuando recién me mude al departamento que esta frente de este negocio, tuve que buscar la forma de que mi auto estuviera seguro por la noche, ya que el edificio de departamentos no contaba con cochera y la zona tenía ya varios cristalazos en su haber.

Así que dispuesta a cuidar del bien que tenía expuesto, solía asomarme por la ventana de mi cocina a verificar que mi auto estuviera sano y salvo.

Una noche después de meses, me di cuenta que existía un fiel velador, no solo del auto lavado sino de mi ventana.

En ese momento nació un pacto entre nosotros, yo me asomaba a ver mi auto y el estaba ahí presente. Poco a poco dedicaba mas tiempo a exhibirme en la ventana, la idea de ser observada y cuidada por un extraño me gusta. Fantasear con el hecho de que alguien en su intimidad te usa, te hace y deshace para venirse, aún hoy me prende. Lo sé, naturaleza de calienta pollas.

Ninguno jamás rompió la línea, cada uno sabíamos lo que éramos para el otro en esa extraña simbiosis; en esa vida paralela donde yo nunca aceptaría por ningún motivo, que gozaba de ser vista en cueros y el jamás solicitaría más.

Ayer extrañe y mucho a mi caballero nocturno.

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