Bernardo me platicaba del drama que había vivido por llevar amablemente de shoping a Miss Lolita, y es que en cosas de mujeres siempre se batalla.
Me dio taquicardia nomás de recordar ese momento tan critico cuando de un tirón subes la cremallera del pantalón y miras al espejo; si todo se ve bien y en su lugar (cosa que es rarísima) sales gloriosa y haces una minipasarela en los vestidores. Pero si el pantalón, por algún “defecto de patronaje” tiene el mal tino de verse mal, es el fin del mundo.
Yo hacía toda una escenificación de Godzilla invade Nueva York, Paris y Milán de un chingadazo e iniciaba mi momento de master blaster, primero las preguntas incómodas como: ¿estoy gorda?, ¿te gusta alguien más? Hasta la afirmación: lo que pasa es que no soy tu tipo, yo no sé que haces conmigo.
Recomiendo en esos casos “noviecitos de alguien” no perder la calma, acariciar el cabello de la Godzilla amada y darle uno que otro besito a la gárgola en cuestión. Porque, si como mi hermano, se les ocurre dar sugerencias de cómo podría verse mejor la criaturita amada... seguramente terminarán siendo hasta acusados de infieles, braguetas felices y demás clases de sustantivos que una suele usar contra su género. Cualquier intento de sugerencia de su parte siempre será visto como inicio de dominio machista.
Por demás recomendar que nunca de los nuncas, nunquisimas, traten de usar ejemplos en vivo, so pena de que sin darse cuenta el ejemplo viandante resulte un forrazo y termine por derrumbar el frágil equilibrio con el que una cuenta en ese momento panchistico., sino pregúntenle a Berna como sus buenas intenciones terminaron con lo que pudo ser una buena tarde de entrepiernas.
La gran realidad es que ninguna vieja es 100% feliz con su cuerpo, siempre encontramos un punto que enmendar y quien se fleta los dramonones es el novio en turno, ¿o no?
Alguna vez me dijeron que mi problema era que me vestía para las otras mujeres y que rara vez una mujer se viste para agradar a los hombres.
El susodicho tenía razón. Las boquitas rojas, los ligueros, las medias, la ropa que no exhibe pero sugiere; sigue siendo más un top para el género masculino que el femenino.
Pero el aceptar que un hombre tiene razón en ello atentaría mi idiosincrasia femenina, aunque seguramente hubiera evitado tardes completas de silencio total, pataletas a medio vestidor y malos momentos en centros comerciales.
Al final algo he de aceptar: las mujeres no somos para ser comprendidas, sólo aceptadas...
¿Someone only can accept me?
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