EN UN PAIS LEJANO



Hace muchos, muchos años, vivía una princesa, su padre se había vuelto a casar y su malvada madrastra , no la quería asi que la ponía a hacer todo el quehacer del castillo...
¿Cuántas veces no escuchamos este cuento?, creo que ahora deberían contarnos el otro lado de la moneda, las que vivían las madrastras con esas princesitas.
He tenido dos relaciones con hombres que, obvio por nuestra edad, no podemos hablar de no tiener hijos, eso lo entiendo, pero lo que me deja perpleja es el grado de abuso que ellos sufren de parte de sus hijos. Hijos de un divorcio, y que muy cómodamente han tomado el estandarte de victimas de tal sismo. Motivo suficiente para que su “culpable padre”, cargue con la obligación de resolverles la vida y sus problemas.
No hablo de niños, hablo de adultos jóvenes que pasan los veintitantos años, en mi experiencia de madrastra ambas eran mujeres, que por decisiones personales, de ellas obvio, dejan el titulo universitario en pendiente se casan y tienen hijos, a claro, la otra constante es que ambas “eligen” un pelmazo según sus propias palabras, adivinaron bien,  pelmazo con el que siguen viviendo y teniendo más hijos, motivo suficiente para que siga siendo su papi quien les resuelva la vida. Desesperadas buscan como hacer permanente el papel de hijas de familia.
Ah, pero eso si, muy feministas, no lavan, no cocinan, no limpian nada, porque la mujer se ha revelado. Tampoco trabajan que porque están cuidando a sus hijos, pero toda la semana están con su madre para que les ayude a tan agotadora tarea, así que se les puede hallar en el MSN todo el tiempo. Incapaces de una mínima independencia, el malvado padre, que eligió no estar solo y rehacer su vida, debe pasarles una parte proporcional de sus ingresos, llevarlas a comer para que no se aburran de estar metidas en su casa y tomarles la llamada cuando hablan a punto de histeria por algún incidente menor, además de siempre comprender que ellas jamás aceptaran a su nueva pareja.
Mi abuela Carmela, era la segunda esposa, conmigo fue una abuela amorosa, tal vez por esto, nunca me cuadro el dramonon estilo televisa de las segundas esposas malvadas.
En  fin, ahora, soy la malvada madrastra que vino a pincharle la pompa de jabón a una princesa. Frente al espejo río sinistra y pregunto: espejito, espejito ¿puedes decirme, quién es la mujer mas bella de esta reino? Ja, la realidad tengo claro que una cosa es el amor de pareja y otra el amor a los hijos, lo malo es que la princesa de éste cuento no lo ve así. Os  dejo, debo limpiar la chimenea, las dos alas del castillo, preparar la comida, hacer algo de trabajo pendiente, mi hora de bici para no ponerme gorda, porque eso si estaría peor, encima de madrastra y mala, ¿ahora gorda?, no eso no puede ser, debo seguir "embrujando al rey con mis obscuras artes".

Comentarios

tomas_hache ha dicho que…
Maravilloso relato, lastima que es real y que te pasa a ti.
saludos y felicidades por tu blog.