ME HE de comer esa tuna... parte 2


Pues ahí estamos JL y yo, con la planta baja bien hedionda, porque la alfombra se había mojado; así que, como “la ocasión hace al ladrón”, que aprovecho la situación para sugerirle, con manita de puerco psicológica, que aprovecháramos a Julio malquedado y de una buena vez pusiéramos el piso de barro, que llevaba años esperando aparecer en escena.
Más con suspicacia que con ganas, JL aceptó de mala gana; él decía que saldría muy caro y yo confiadota le decía que Julio malquedado nos cobraba poco. Tengo un talento único para embarcarme en empresas difíciles, y ésta no sería la excepción.
El domingo desazolvaron y decidimos salir a desayunar a my favorite place: el Centro. Ya que aún no había servicio de transporte público, los soldados llevaban personas a la estación del Metro; así que nos subimos a un tanquecito con redilas; un soldado me dice: “cuidado con la cabeza, hay tubos”. Aja, pensé, antes de pasar un minuto ya había verificado la información, ahí voy sintiéndome Linda Hamilton, con cocazo y todo.
Cual boca de profeta, JL tenía razón: lo que inicialmente se llevaría sólo ocho costales de pegaazulejo, terminó con 42 paquetes; todo el presupuesto inicial se fue al piso.
Por fin dejaron puesto el piso y se acabaron los extraños en casa, pero el piso había quedado completamente sucio, así que ahí va wonder woman y comienzo a limpiar; Jl me sugirió que mejor contratáramos a alguien para hacerlo, pero no, ¿cómo?, yo puedo hacerlo.
Así que la muy chida de yo, terminé tallando el piso con espátula, lija de esmeril y días y días de rodilla. Si después de esto no logro, de menos, ser postulada a la pendeja del año, esta cabrón. Además de hacer algunos diseños urgentes, coordinar la impresión de ellos y enviarlos a Gdl., postear OPERAmundi y tratar de escribir algo para Gineceo.
¿Cansada? Muchísimo, pero ¿cómo iba yo a reconocerlo? Ja, si yo soy imparable. Una vez que se me mete algo en la cabeza, no paro hasta lograrlo; así que no sólo bastó con limpiar el piso, de ahí, me puse a retocar todas las juntas y, para rematar, a aplicar el barniz náutico. Ah, los cigarros me sabían a gloria.
A dos semanas de todo esto, el piso quedó como de revista, la mera true, ya puedo conseguirme chamba de eso, ¿no sé de qué?, pero de eso. Lo bueno que tiene JL es que, una vez que decide algo no hay poder humano que lo mueva, es sólido como la roca; así que cuando se me ocurrió probar mi talento en el oficio de la albañilería, él firmemente me dijo No. Y hasta allí llegaron mis incursiones en dicho oficio; bendito sea Dios que JL es así. Porque yo no sé qué gen extraño nos aqueja a mí misma y a mí, y nos metemos en cada misión titánica, ¿para demostrar que?, no tengo idea, mí misma no me la ha dicho aún.

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