LAS CATRINAS AGUANTAN


Llevo dos semanas buscando los anhelados zapatos ideales. Qué tan difícil puede ser, se preguntarán. Mucho; si eres mujer, entenderás perfectamente de qué hablo. Si eres hombre, seguramente vendrán como cascada millones de escenas de tu vida diaria, así como de películas donde los zapatos son el tema principal para muchas de nosotras.
Sucede que yo, tan curiosa como me conocen, decidí documentar mi manía para saber por qué nunca se tienen todos los zapatos que una necesita, por qué cuatro pares de botas negras y cinco en color café me hacen sentir que todavía falta.
Si, así como lo digo; sí, yo pecadora, me confieso, que a mí me hacen falta unas botas negras de charol tipo equitación, aunque la única vez que me subí a un caballo fue para quedar con el trasero de mandril después de cabalgar por seis horas para conocer las ruinas del Paricutín. Además me hacen falta “otras” zapatillas negras de piso, unos stilletos negros y ¿por qué no?, unos rojos para seguir con mi colección de zapatitos de ese color.
Yo no niego que así me ande matando en las escaleras y sufra de dolores inenarrables voy a usar un par de zapatos padrísimos, porque se ven fashion, aunque sean la cosa más incómoda ideada por hombre alguno sobre la faz de la tierra. Cuando vamos a salir, obvio, es ahí donde una usa la artillería pesada; JL ya ni reniega cuando me ve bajar la escalera cual princesa trepada en alguno de mis raros artefactos llamados zapatos.
Dejó de torcer los ojos el día en que le comenté que usar algo así en los piececitos una sólo podrá hacerlo por algún tiempo. Mis huesos, mis músculos y articulaciones terminarán siendo vencidos por el paso de los años y, entonces, por más que lo desee, me será imposible ir cual diva trepada en mis plataformas.
Los zapatos no sólo son un fetiche masculino. Son un poderoso artilugio de nosotras féminas. Con un tacón de 8 cm, la curvatura de la espalda se deforma generando una S; entre más alto, más notoria la S, dándonos prominencia donde deba haberla. Será imposible que una mujer pueda caminar jorobada con unos tacones, además el pecho siempre lo llevará erguido y, lo mejor, para quienes no lo saben, aumenta 30% el volumen de nuestro lindo traserito; por demás decir que también le da la rigidez que una necesita en salva sea la parte. Vuelve cadencioso y pausado nuestro andar. No olvidemos a Marilyn Monroe, con su ondulante cadera se abrió escena y sus pasos la llevaron a ser uno de los sex simbol mas adorados aun en nuestros días; esto lo logró cortando 1 cm el tacón de su zapato derecho; dicho desnivel obligaba a nuestra diva a menearse más de lo habitual.
Si, digo bien, necesitamos. Resulta que en mis muchas lecturas para comprender un poco más estas manías mías, me entero que todo este circo que armamos obedece a un instinto biológico. Así es, resulta que en la búsqueda de la propagación de la especie la fémina, como buena hembra que es, buscará resaltar del resto de las mujeres para ser elegida por el macho alpha; dicho espécimen a su vez elegirá a la fémina que tenga los atributos biológicos que le asegure mayor fuerza a su estirpe y así la expansión de su semilla. Es decir, la más atractiva sexualmente hablando, entendiendo que la sanidad se ve reflejada en atributos de atractivo sexual. No olvido comentar que, según algunos urólogos, dichos andares en sendos zancos la llevan a una a mantener tonificado el piso pélvico
¡A qué cosas tiene la vida, Mariana! Tan civilizadotas y tan bestiales aún. Pero sí, lo acepto, soy muy bestia y sigo buscando mis zapatos para esta temporada. Y no, no quito el dedo del renglón sobre el asunto de las botas que, dicho sea de paso, si ahora las compró seguro me salen más baratas que en unos meses.

El zapato de tacón de aguja (Il tacco a spillo), también conocido como stilleto, nació en 1940, cuando Christian Dior presentó la colección New Look, en la que la silueta de la mujer recuperaba y realzaba sus formas más femeninas y sofisticadas. Los diseñadores de aquellos años, como Salvatore Ferragamo, consideraron que aquel era el momento más adecuado para revolucionar la imagen del zapato de posguerra. Y fue a mediados de los cincuenta cuando el tacón de aguja tomó forma en manos de los diseñadores.

“Directores de cine y escritores han utilizado el zapato de tacón como icono de la feminidad y de la sensualidad. Artistas y diseñadores lo tratan como una escultura, una verdadera obra de arte. Sociólogos y semiólogos lo ven como un símbolo de poder y agresividad femenina. Estilistas, creadores de moda y zapateros consideran que es un instrumento comercial, hasta cierto punto, que sustenta gran parte del mercado del lujo”, lo ha señalado. Rachele Enriquez.

Fotografías: Fetish por: Christian Louboutin & David Lynch 

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