De lo perdido, lo que parezca

Por Karini Apodaca

Hace muchos años, en la sala de espera de un cine vi una pareja madura, él la veía con tal intensidad que parecía que ahí mismo en medio de todo ese tumulto le hacía el amor, y ella coqueta se dejaba acariciar con la mirada y lo animaba con una deliciosa sonrisa. En ése momento supe que yo no podría tener una relación como la de mis padres, que lo mío era sentir la visera caliente y la promesa que hay detrás de lo que nunca se habla.

¿Porqué las relaciones estables tienden a degradarse? Creo que es algo que a todos nos sucede. Conocemos al príncipe de nuestros sueños, vivimos la agonía de la espera de un mensaje, una cita, un beso. Pero conforme transcurre la historia tarde que temprano y parece ser, que cada vez más temprano, todos llegamos a ese lugar común de la inconformidad.

A veces creo que las mujeres fuimos maldecidas a ser inconformes perenemente, a mi me sucede que puedo estar deseando enormemente algo y en el momento en que lo recibo, lejos de experimentar felicidad, siento una enorme desolación porque tuve que pedirlo y no me fue dado de forma espontanea. Suelo vivir anhelando todo lo que no he vivido y creo no ser la única.

La mayoría de las historias que conozco giran así, al principio ambos se morían por un poco de atención y al final, ninguno de los dos sabe como confesar que lo único que anhelan es volver a estar solos. A veces pienso que es la confianza que se brinda con el cariño, la que termina por acabar con el arrebato pasional del que somos adictos. Si antes era impensable el hecho de que te viera tu Romeo sin el outfit básico, al cabo de unos meses no solo se acaba el deseo de lucir impecable, se acaba el juego de seducción en la pareja y todo termina perdido en una mezcla extraña de cariño y aburrimiento.

Las bromas que antes celebrábamos a carcajada abierta, ahora se nos vuelven sosas, las horas juntos dejan de ser excitantes y se tornan someras, cualquier comentario o acción nos molesta. Y toda esa alegría se transforma en un constante rumiar de lo que un día fue, no será.

Es triste ver caer el velo y que el príncipe se convirtió en sapo, que la princesa tiene mal genio y es un manojo de frustraciones ambulante. Y sin embargo, es en este momento donde también te das cuenta que es cuando realmente amas a ésa imperfecta persona a tu lado. Que sus defectos son ahora como pequeñas abolladuras a las que les guardas cariño.

Que la decisión más difícil no fue al principio sino ahora, donde tendrás que elegir entre la intensidad de la seducción de lo desconocido y la tranquilidad de andar barrancas que ya conoces. 

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