No es orégano todo el monte


De viaje en viaje a Guadalajara, mi madre tiene a bien ponerme al día apenas llegando. Hace algún tiempo ya, me preguntó sobre la posibilidad de que una amiga suya bajará inyectándose L-carnitina.

Como algunos saben la L-carnitina ayuda a quemar la grasa sólo si se hace ejercicio, al día de hoy no conozco una sola forma de bajar de peso sin usar la relación ingesta igual a consumo.

Fanática de los asuntos de la estética le pregunté más sobre su amiga, de un plomazo me enteré que tenía un sobrepeso, por decirlo de forma cariñosa, ya que la amiguita en cuestión entraba ya en la tipificación de obesidad clase tres. Pero el drama más mayor de la mujer era que no podía dejar de llevarse alimentos a la boca por que sufría de una celopatía mayor.

¡Sopas!, pensé, otra más del club.

En el siguiente viaje me enteré que el problema de la amiga materna iba en aumento, su marido había sido despedido y ahora ella llevaba todos los gastos encima, y esto era lo de menos. Lo grave era que, ahora desempleado, en un acto de extrema estupidez del tipo culposo, el susodicho marido había confesado sus mas viles fechorías donde aceptaba, con firma de declaración y todo, ser culpable y de haber sucumbido a sus más bajas pasiones. Cómo era de esperarse tal confesión hundió a la frágil ánima amiga de mi ama, en una depresión que la llevó a comer más.

La realidad que ante estas experiencias nunca se sabe como reaccionar, una puede tener muy claro que se hará, antes de que sucedan las cosas, pero una vez frente a ellas a una se le olvida hasta el nombre. Si lo sabré yo que cuento hasta con triple doctorado en asuntos de posesividad.

Una mañana mi Mariana hermana, llama contenta, por fin había acudido a su primera terapia y se sentía fenomenal. Me dio gusto escucharla hablar de lo importante de respetarse a ella misma, de no ceder para darle gusto a nadie, en pocas palabras Mariana ya no era Mariana.

Casi todos los días mi hermana emocionada me platicaba de sus avances, gracias al trabajo hecho con su psicóloga, un panorama hermoso se veía.

Al regreso a Guadalajara, platicábamos Mariana y yo sobre su terapia, cuando el teléfono de la casa sonó, Mariana contestó y después de una breve charla pasó la llamada a mi amada madre. Y es ahí cuando me explica Mariana que su psicóloga es amiga de mi mamá. 

Imaginan bien, la psicóloga es la misma atribulada amiga. No cabe duda que para dar consejos y arreglar vidas ajenas a todos se nos da rebien.

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