Amo de lo que callas y esclavo de lo que dices

POR Karini Apodaca

Será que uno se vuelve cínico con los años; el otro día, caminando, me encontré en un puesto de películas piratas una super colección con lo mejor de las ligas mayores de asesinos seriales. Mientras leía quiénes estaban en tan importante rankeo, el dueño del puesto, tratando de convencerme en la compra, me daba una reseña de cómo le dedicó varios días seguidos viendo cada una de las historias y lo mejor, me dijo, “al final viene un test para medir el grado de posibilidades que uno tiene en convertirse en asesino serial”, y en todas las preguntas ahí la llevaba –continuó el dealer—,  sólo en una fue donde pos nomás no…  “En la pregunta de si yo me atrevería a matar a alguien a sangre fria”… esas palabras me sacaron de mi concentración en la contraportada y, asombrada, pregunté: ¿Cómo? Si, respondió él: “Yo no me atrevería a matar a nadie a sangre fria aunque me hubiera hecho algún mal”. Mi “Yo si” se quedó atorado entre los labios.

Dicen que la venganza es un plato que se sirve en frío, seguí cavilando; si a mí alguien me hiciera la vida de cuadritos, haría de mi venganza mi mejor obra. Continúe mi camino.

Muy  entrada la noche me empezó a incomodar una sensación extraña; eran palabras que trataban de entrar por la ventana; sí, sólo palabras, y cada vez con más ímpetú y contundencia trataban de entrar por una ligera ranura de la ventana; con asombro vi cómo algunas lograban colarse y poco a poco intentaban sujetarme los pies; yo trataba de gritar pidiendo ayuda, pero mi boca no emitía sonido alguno; sentía que me había algo mal, que no era nada bueno; sin embargo, no lograba despertar. Por fin un alarido en la madrugada despertó a JL, que, asumiendo que tenía una pesadilla, fue a despertarme.

Desperté empapada de sudor, con un miedo como nunca antes había sentido. Para mí, las pesadillas terminaban una vez que se despierta una, pero esta vez la sensación de peligro, de pensamientos y palabras entrelazadas en la oscuridad no se iban.

Con miedo giré mi cabeza para mirarlo, pensando en laposibilidad de que no fuera él, con pánico a que su voz sonara diferente, porque en ese momento con tanto miedo sabía que sería capaz de sonrajarle el cenicero repetidas veces si algo en su voz me indicaba que él no era él.

Pensé en mi “Yo si” y ahora sentí miedo, pero miedo de mí. ¿En cuántas ocasiones habría sucedido algo similar? Si, desde ese día nadie me quita de la cabeza que en cada uno hay muchos seres y que nunca sabes con quién vives realmente. ¿Cómo saber que alguien que vive a tu lado no terminará matandote? “Yo si” volvió a sonar en los ecos de la noche…

Me dormí pidiendo al cielo no despertar inundada en sangre y un cenicero en la mano.

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