Una ofrenda de amor

POR Karini Apodaca

Lo conocí cuando tenía 17. Iba con un grupo de amigas a comprar una paleta, que era la actividad social dominguera de las chicas que vivíamos en la colonia Independencia.

Era un chico de cabello ondulado y castaño; debajo de unas largas pestañas había unos ojos verdes y, lo que más me gustaba, era su recta y aleonada nariz. Se llamaba Quirino.

Después de presentarnos, se apuntó a acompañar al grupo de amigas a nuestra calle, y ahí, en la cochera de la chica que nos presentó, seguimos la reunión. A las 10 en punto se terminaba todo; en ese entonces en Guadalajara la hora del chequeo era de 8 a 10 de la noche en punto. Así que a esas horas veías un tremendo movimiento de bocas desplazándose a libar la miel del amor.

Y era común ver el grupo de chicas platicando al frescor de la noche y en espera del amado en turno.

Después de una semana de hacer chorcha con todo el grupo, Quirino me pidió hablar en privado; a los minutos, oficialmente éramos novios. Creo que fue una de las pocas veces en mi vida que un noviazgo inició con la consabida pregunta seguida por el Sí por respuesta.

Yo tenía el alma en vilo, era virgen en todo; cuando tomó mi mano, no terminaba de saber qué hacer con otra mano anexada a la mía. Pasé tres noches preocupada porque no sabía besar y no terminaba de saber si sentiría asco o me gustaría. La idea me obsesionó tanto que hasta perdí el apetito.

Por fin una noche, mi gallardo novio decidió poner fin al martirio, y con todo y giro estilo Humprey Bogart, me enseñó a besar. Todo fue cuestión de dar el primer beso: nos pasábamos las dos horas jugando con nuestras bocas. Quirino, mi amado caballero, era guapo y tenía una lista interesante de ex novias por toda la colonia, así que muy pronto comencé a recibir recaditos; que si andaba con otra, que si a Juana la dejó plantada, que si a Marieta la dejó por coqueta. En fin, pero a mí me bastaba con estar ese par de horas diarias ejercitando los labios.

Él era mayor que yo por dos años. A esa edad uno se toma la vida muy en serio, así que muy pronto estábamos hablando de nuestro bodorrio; que si él me llevaría a la prepa, que si juntos montaríamos un depa, el mundo era un lugar conquistable con sueños color de rosa.

Una noche me reclamó mi forma tan poco emotiva de de tratarle; y no estaba mal su reclamo, literalmente yo era un erizo y me sentía ridícula hablándole con cariñitos. Después de despedirnos me pasé la noche en vela y tomé la decisión de que ya no pondría un dique a mis emociones, las dejaría fluir; después de todo éramos el uno para el otro, después de todo hasta nuestros nombres hacían buena pareja: Quirino y Karini.

Nunca llegó el momento, Quirino fue atropellado y, después de una semana en terapia intensiva, murió.

Tal y como lo había planeado, estábamos cumpliendo un mes con todos sus amigos reunidos en torno a él, pero Quirino ya no pudo comentar qué le dijeron de nuestro aniversario, todos los que le quisimos, que fuimos muchos, estábamos con la cara hecha un llanto y sin salir aún del shock de su prematura muerte.

No acudí al sepelio, porque sentí que la vida se me había ido junto con él. En ese momento prometí que con ningún novio llegaría a cumplir el mes, sino era como él.

Lo sé, de joven se ven las cosas de forma más dramática y apasionada. Pero mi promesa fue cierta…

Hoy quise escribir y dedicarle este espacio como ofrenda.

Quirino, gracias a ti aprendí que el mejor momento para entregarse es hoy. En mi memoria aún habita tu larga cabellera, tu hermosa nariz y la canción que me obsequiaste.



Comentarios

Stilgar ha dicho que…
Hermoso, sencillamente magno, eres fabulosa. Un sol...