Lunes 7 de marzo

Querido blog... El hambre es cabrona

Lunes por la mañana y todo iba viento en popa, hasta le había cambiado la batería al coche. ¡Y vaya que le tocaba cambio! Todavía tenía la de la agencia.

En fin, que salgo disparada a la oficina, planeando evitar la pista de obstáculos en que se ha convertido la calle que tomo para llegar a Avenida Central, que entre tricicleteros con gente obesa y floja que no puede caminar unas cuantas cuadras y los mil topes, termina por ser un sufrimiento conducir en ella. Y, como dice mi amá, "el flojo trabaja doble"; por andar de huevas evitando el constante frenar, me fui por una arteria un poco más transitada.

Apenas llegué a la esquina para ingresar a la Avenida Central, no había arrancado y un támaro me hace señas de "vengase pa' lo oscurito" que hay una campaña de revisión de documentos y necesito ver su tarjeta de circulación y su licencia de conductor.

Pues nada... la tarjeta claro que está, pero la licencia, por una cosa u otra, había yo pospuesto su trámite. Le entregué la tarjeta y confesé no tener licencia; en un dos por tres, me enseñó unas letras mientras sumaba mil y tantos de grúa, más la multa, más las flores... en fin, el rezo terminó con deme mil y la dejo ir o lo hacemos por lo legal, pero le va a salir más caro.

Ni qué alegar, ciertamente no tengo licencia, y preocupada por que no se llevaran el auto al corralón, le dije que no traía mil pesos en la bolsa mientras marcaba a JL para pedirle auxilio. Como suele suceder, el celular nunca enlazo la llamada. Nunca utilizo el aparato éste y, justo el día en que realmente necesitaba hacer una llamada, mi tamagoshi se declaró en huelga. 

Con promesas y sorpresas porque HSBC no dispone ya de red con otros cajeros, me dieron 40 minutos para ir a sacar el soborno. Dentro de todo, pecadora, me confieso irresponsable por no haber hecho el trámite de la licencia, pero también me enoja que mi derecho de libre tránsito fuese violado y que a una la detengan sin cometer infracción sólo para ver si pega. Con todo y enojo también analizo que la situación actual ha llevado a la mayoría de la gente a buscar formas alternas para sobrevivir. En este caso, los oficiales, supongo, trataban de cubrir la consabida cuota diaria que deben pagar a su jefe y, sin ánimo de armar una revuelta, quién dice que no, y sea parte de las estrategias para engordar al chancho electoral.

Lo cierto es que los sueldos están por el suelo, día con día más empresas cierran, entre políticas fiscales incomprensibles y una inseguridad de tiempos de guerra, las buenas formas de ganarse la vida quedaron atrás.

En fin, apenas llegar a casa, JL sale con cara de what y le comento --ya entre lágrimas de frustración-- de mi cita con los támaros. Molesto, obvio, me acompaña, y como todo el old fashion que es, en un abrir y cerrar de ojos me sacó del problema... yo sentí que mi amor se desbordaba, pero con las prisas de llegar a la oficina, el beso de película quedó pendiente.

El hambre es cabrona y por hambre cualquiera vende su alma al diablo, preguntenme a mi.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Ja ni alma ni que empeñar al diablo así que idem, Saludos me gusta el desenfado de tu narración Antonio