soy Karini Amaranta Apodaca, hija de Sergio Apodaca

POR Karini Apodaca

A cuarenta años de conocerte, este es el primer día donde no existe un conflicto por saberte, aceptarte y comprenderte.

Recuerdo algunos domingos donde muy temprano mis hermanos y yo llegábamos a jugar a almohadazos a tu cama; otros donde me pedías que caminara por tu espalda… De todos, yo era la que mejor lo hacía: “tienes pies de seda”, comentabas, y eso me hacía sentir importante.

Había tardes que al salir del trabajo, temprano, pasabas por nosotros para ir a comer al campo; caminábamos, encontrábamos hongos y escuchábamos tu gran sueño de comprar una casa grande con un enorme jardín frontal para jugar en él.

Tenías un enorme gusto por fotografiarnos; fotografías en blanco y negro que son de las pocas que hay en el álbum familiar.

Con incredulidad solía observar todas tus anotaciones en hojas de papel cebolla color rosa, con una letra que parecía de máquina de escribir. La tarde que mi madre nos dijo el gran secreto: “Tu papá es el enano del tapanco”, el autor del boletín informativo del grupo al que asistíamos a misa, en ese entonces no supe cuantificar lo enorme de esa confesión. Te gustaba escribir.

Los años terminan por mancillar el brío de cualquiera. Siete hijos qué sacar adelante y una realidad nacional que lleva años de marginar a sus mexicanos, terminaron por decepcionarte. Escucharte en la crisis más fuerte de tu vida exclamar: “Soy como el soldado que recobró la vista al pinchar el tórax de Cristo; me encuentro ante un Dios muerto”.

El hombre que solía compartir sus sueños durante caminatas campestres perdió la fe, se aisló del mundo que nunca tuvo un espacio para él, y sin embargo, forjó hijos de temple.

En algún momento de nuestras vidas todos deseamos saber el origen y razón de nuestro nombre. Sin saberlo tú o yo, esta búsqueda, el desear saber por qué Amaranta, Inicio mi gusto por la lectura. “Tus abuelos sugirieron Karini y tu papá decidió Amaranta, por el personaje de la novela Cien años de soledad”, contestó mi mamá, que era la fuente de respuestas cuando era niña.

No Rebeca, no Úrsula… Amaranta. La Atenea de la novela y la Afrodita en su segunda manifestación. Mi camino a amar las letras lo marcaste tú y es alguna de las muchas cosas que siempre te agradeceré.

Sin la arrogancia de la juventud, hoy con la frente en alto puedo decir: soy Karini Amaranta Apodaca, hija de Sergio Apodaca.

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