El sexo y yo

POR Karini Apodaca

Mi educación sexual ha sido más una enumeración de platicas, alertas de peligro por parte de mi madre, libros y conclusiones personales. Lejos de contar con una amplia experiencia personal o una verdadera, realista y consciente información sobre el tema, ha sido la pesca de ideas vagas que por mucho tiempo me dejaron navegando cual corcho en el agua.

Creo que uno de los mayores problemas es que entre las mujeres hablar plenamente de sexo, es algo aún no conquistado por todas. Algunas callan al respecto y otras suelen lanzar alguna exclamación que irremediablemente me han dejado sumida en mis cavilaciones. O libros que en su mayoría manejan datos fríos de cuánto y cómo es que se debe sentir.

El estigma y ambivalencia de asumirse como puta por querer gozar de una sexualidad llana y abierta creo es un problema no solo mío… o tal vez sí. Una no quiere ser señalada en la calle, pero detesto la idea de “respetable” en lo que de sexo se trata.

Con el pánico de ser mal vista, la idea de permitir un manoseo, caldo, toqueteo, trasteo o como ustedes mejor quieran llamarle, el cachondeo fue una asignatura cursada apenas de panzaso en mi caso. Después ya mas liberalita y divorciada encontré en la sexualidad una forma de dar placer… aunque si, reconozco que, si bien daba placer muy pocas veces, o mejor dicho, nunca lo recibí. Más allá de experimentar el gozo que alguien más alcanzaba a través de mi cuerpo. Pero, lo que también descubrí es que después de una buena sesión de sexo, la mayoría de los hombres se enamoraban perdidamente de una. Y sin querer compromisos, curiosamente eran ellos los más ansiosos en tenerlos.

Terminé concluyendo que si mis orgasmos dependían de mi masturbación, y que si el otro podía conseguirlos a través mío, centrarme y aprender a como dar más placer era una buena opción. Obvio, imaginan bien, los ejercicios de Keghel se volvieron parte de mi rutina diaria, con la gran ambición de ser recordada por dar buenas cogidas y la infantil angustia de que el hoyo se me hiciera grande, ahí estaba esta pendeja ejercitando a diario.

Rápido me di cuenta que el llevarte a la cama no era el top en los hombres, no señor, eso habrá sido el trofeo en otros tiempos, seguramente con tanta revista femenina circulando y tanta mamada que se lee a diario, el nuevo trofeo masculino es conseguir el orgasmo femenino y santa chinga que eso me acomodó.

De entrada, porque como buena provinciana y con educación cristiana de por medio, no era de las que de buenas a primeras podía expresar abiertamente quiero esto o hazle así, si bien tenía hasta doctorado en que hacer, como, cuando y donde para dar placer ajeno. Era un tronco para poder pedir y una monja total, para animarme a tocarme frente a mi compañero sexual. También reconozco que dentro de toda esta maraña viví momento hermosos y que en muchas ocasiones me conmovió de felicidad poder admirar el placer que otorgaba.

Mientras escuchaba como otras mujeres alcanzaban el orgasmo con solo ser penetradas, yo me sumía en la idea de ser anormal por solo poder llegar a él tocándome. También decidí que mis orgasmos solo serían compartidos con muy pocos. Si bien me excita la idea de masturbarme frente a mi cómplice, mientras él también se masturba, es delicioso ver una verga bien parada y el bello movimiento de una mano estimulándola. No me es fácil solicitar éste momento. No todas las pollas son lindas, ni todos sus dueños saben jalarlas de forma rica.

Ya sé, porque no me manipulaba mientras era penetrada, cualquiera pensará, pues no es tan sencillo cuando más de alguno mostro cierto disgusto cuando intenté hacerlo, y es que, insisto, maldita la hora en que alguien lanzó el dictamen de orgasmo femenino obligatorio, soy más de la idea de no presionar.
Si hay presión para orgasmearte, por lo menos yo, o no llego o tardo un buen, situación que genera más presión por consecuencia se vuelve más difícil. De esta forma llegó el día en que simplemente asumí que los quikclies, en mi caso, no serían más que otra “generosidad” de mi parte.

Pero, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, hoy en la mañana, platicando, jugando y con las prisas de salir a desayunar, con niños en la sala mirando televisión y en piyama para visitas, es decir cero sexy, cero fashion… Sopas, en menos de cinco minutos he vivido el primer orgasmo de mi vida, -Mira mamá sin manos, mira mamá sin pies- ni otra cosa que no fuese ser penetrada.

Descubrir que no soy ese ser provocador, atractivo, pero incapaz de gozar sexualmente me ha dejado un enorme amor por mí.

Comentarios

Lucevan ha dicho que…
De vez en cuando topo con tu blog, de verdad me gusta leerlo y toparme con relatos.. pero el de hoy fue realmente una delicia en muchos sentidos. El primero, curiosamente, es que lo que a ti te pasaba, en cierta manera me pasaba en su versión masculina. No puedo decir que no llegaba a un orgasmo, vaya, en los hombres es exageradamente sencillo y simple lograr un orgasmo casi mecánico, sino, que mi placer estaba atado al de mi pareja, es decir, no importaba pose, ritmo, artilugio, si no había un orgasmo femenino de por medio el mio se sentía vació, simple, meramente reproductivo. Y así mismo, la masturbación observada, sincronizada, era un deleite, para mi ver a una mujer tocándose, explotando en placer era la mejor estimulación del mundo. El feeling , muy parecido a lo que platicas. El trauma de no ser "un amante egoista" resulto futil, y encontre a la larga formas y artes para dejar de lado esa "necesidad" de complacer antes de ser complacido.
Salud por tu orgasmo handsfree!, hoy brindare por eso!
Anónimo ha dicho que…
Hola Karini:
Pues llegué aquí a tu sitio a través de un “rebote” del blog deClaudia (Piel desnuda), y me sorprendió agradablemente este post.
La verdad no había leído nada sobre chicas que se afanaran por ayudar a su pareja en el placer y ellas no consiguieran lo propio (aunque fuese por medios distintos a la penetración), aunque he estado en la circunstancia y he aprendido bastante del placer femenino –gracias a ellas- y a dejar de darle tanta importancia a mi preciado apéndice y su trabajo de espeleólogo.

Interesante, sin duda, y coincido con Lucevan en las felicitaciones por el “handfree” y voy más allá: concédenos saber las palabras, circunstancias o acciones que te llevaron a alcanzarlo, ya que imagino el éxito que sería obsequiar estos placeres, sin tocar a la interfecta…. Conozco el poder de las palabras en un discurso bien hilvanado y sugerente, pero creo que lo que aquí mencionas es otra cosa.

Güeno, pos te dejo un saludo,
Jorge