Quisiera no ser TAN yo

POR Karini Apodaca

Dicen que con los años, los rasgos del carácter de uno se acentúan hasta llegar al prototipo de anciano amado u odiado por el entorno que le vio envejecer.

Con alguito de desazón, comienzo a aceptar el hecho que soy un ser que puede fluir feliz, amigable y ¿por qué no? acomedida. Hasta que aparece el pequeño detalle que mi obsesiva cabeza hará tormenta porque no puedo quitar la atención de ello y se me van horas girando en ese estado de displacer.

Y para colmo de males, al despertar mi cerebro tiene la mala costumbre de pensar de más, así que en lo que me ducho o preparó la primera taza de café del día, ya mi cabecita loca tiene toda una historia hecha y no solo eso, hasta con tres o cuatro finales diferentes.

Todo este tiempo, me era fácil asumir que si mi cabeza tenía tanta iniciativa, no siempre lo que me parecía mal, debía estar mal. Que tal vez, las cosas no eran tan malas como las percibía, y he vivido los últimos seis meses creyendo y justificando, obligándome a aceptar dicha situación...

Cada quien es lo que es y nada ni nadie tiene el poder ni el derecho a transformarlo. Todo cambio debe ser por decisión personal y no como una imposición. Como cantaba Alaska y dinarama: Ni tú ni nadie, nadie, puede cambiarme.

No necesito pensar hasta el lunes para conocer, lo que se tiene más que pensado. Llegar a esta conclusión fue una gama de estados. Al principio de enojo, rabia y frustración, después una profunda tristeza, y hace meses... la completa indiferencia, si con el cuidado que se tiene para un conocido.

No puedo ofrecerte otra cosa que: esta mujer malhumorada al despertarse, hasta que, logro bajarle las revoluciones al disco, y lo peor, no me lamento de ser así.

Pero también sé que no quiero seguir con: los sábados de abandono, ni tu culpa mal infundada cada que ellos nos ven felices. 

Comentarios