Metro-viandante

Por Karini Apodaca

Quede sorprendida cuando se me indico que preparara pasaporte para viajar a Roma apenas en la primera entrevista para ser contratada como comunity manager.

Mimisma me alentó llevando a mi cabeza las escenas de Orquidea Salvaje, que al ser tan inocente y tan universitaria cuando vi dicha película, siempre creí que los trabajos así eran el top, que alguien te mandara de trabajo a países lejanos, seguro era porque eras bien chingona, según yo.

Lo que nunca se vio en la peli es cuando la chamaca tuvo que comunicar a sus seres queridos tal evento y la reacción de los susodichos, tampoco se ve el santo desmadre que es viajar con restricciones de equipaje y dentro de ellas programar en la medida de lo posible la menor cantidad de prendas con la mayor cantidad de variaciones, en la peli ella luce esplendida y nunca repite un vestido o par de zapatos. Luce fresca, gloriosa y siempre congruente a la ocasión, ni un cabello despeinado por cargar una maleta que se rompió, ni los pies hinchados que no salen del o zapatos por las horas de vuelo, ni la piel deshidratada, ni nada de esas superfluas realidades que suelen pasar.

Desde entonces he gozado de la experiencia de viajar por congresos a Los Cabos, Cancún, Mérida, Brasil, Madrid, París y ahora Argentina.

Me volví una máster en que vestir para viajar y evitarte pedos en las áreas de control, que es mejor enviar por equipaje documentado y si, también, que cosas NO comprar en el duty free porque jamás cruzaran aduana y que los re-méndigos vendedores con cara de chonkifu nunca te avisan, sonrientes te engañan como chino los muy chinos.

Otro gran aprendizaje es nunca fiarse del pronostico climático, nuestra estancia en Guaruya, Brasil prometía un clima cálido, motivo por el cual todos los congresistas llegamos con la colección primavera-verano 2012... ¡Nunca pudimos usarla! Hubo ciclón con vientos estilo Mago de Oz, nadie se atrevió a cambiar el mezclilla y swetercito de viaje en todos los días. Fue como estar en una piyamada de tres días.

Desde mi primer viaje encontré un secreto placer, mi tiempo libre lo empleo para jugar a ser habitante de la ciudad anfitriona, ir a comprar refrescos, cervezas y queso al supermercado, ir al centro a comprar chucherías de un diario acontecer, y obviamante ¡Viajar en metro!. Será que soy ferviente admiradora de las historias que invariablemente se entretejen en el, creo que los apachurrones nos dan una buena batida de historias de viandantes. Así de esta forma todos terminamos siendo un producto de mixeo osmótico del transporte publico.

Alguno que otro argentino tarareara una que otra de mis canciones y experimentaran un Déjà vu cuando por casualidad miren mi silueta, sentirán que de algo me conocen, experimentaran una leve melancolía, de quien pierde algo al ver que me alejo. ¿Y como no? En mis bolsillos llevo sus micro-recuerdos.





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