¡Salí sin celular!


La soledad es algo que nos acompaña la mayor parte de nuestras vidas. Y que la hiperconectividad virtual nos "ayuda" a ignorar.

No recuerdo haber experimentado de niña la idea de sentirme sola, por lo general los días transcurrían llenos de juegos y actividades dentro de casa, mientras llegaba la hora de poder salir a la calle para jugar con los otros niños de la cuadra. 

Después llegó el Internet y las redes sociales.

Ayer camine por las calles, dejé deliberadamente el celular, emocionada de sentirme libre, desatada, poder perderme en mis pensamientos sin el odioso vibrador de la esclavizante conexión virtual.

Me sentí audaz, escondida de todos y tan visible también.

Goce el poco sol que aquí en el DF se puede disfrutar, porque desde que llegué mis veranos inician cuando en Chedarui ponen en exhibición los bikinis, de otra forma creo que no alcanzaría a darme cuenta que las estaciones siguen cambiando. Yo tan solar, tan amante de la luz del día como de la oscuridad nocturna, tan salvaje para gozar desnuda bajo una tormenta y tan civilizada como para odiar pasar una noche de acampada.

Ayer me perdí de todos, no estaba conectada a nada.
Ayer estaba ante todos... pero, ellos estaban conectados.

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